Datos:
Título original:
Editorial: Grijalbo
País: España.
Formato: libro físico.
Género: Novela suspenso.
Fecha de publicación:
2016
Idioma: Español.
Páginas: 464.
Auto conclusivo.
Frederic Mayol, un joven psiquiatra, se ve enfrentado a un misterio que afecta a la mujer que ama y a su lugar de trabajo: un sanatorio donde aún flotan oscuros secretos que se remontan a un pasado reciente, cuando el edificio alojaba un internado para señoritas de buena familia, el Colegio de los Ángeles. Para descubrir la verdad, Frederic deberá sumergirse en los sentimientos más recónditos y perversos del ser humano, emprendiendo una investigación absorbente de la que nadie, ni siquiera él, saldrá indemne.
¡Que ya he llegado! ¿Me
extrañaron? ¿No? Vale, es comprensible.
Si se han preguntado dónde
he estado, os diré que buscando mis ganas de vivir por temporadas, así como un
artículo online de “cómo vivir con 21 años
sin ninguna clase de meta en la vida y no caer en depresión” (gracias
Naty). Sí, vale, me tardé un milenio en acabar este libro porque, como vais a
leer, ¡lo he sufrido! En lugar de continuar alargando este reencuentro, permítanme
iniciar la reseña. Vamos allá.
De primeras, os digo a
todos aquellos que hayan leído alguna otra obra de este autor que no van a
encontrar absolutamente nada parecido a ellas. Mientras que “El verano de los juguetes muertos” y “Los buenos suicidas” se dejan leer
increíblemente bien, dándonos un ambiente sencillo de seguir y muchísima tensión
la mayor parte del libro; “Los ángeles de
hielo” se ha quedado cortísimo a la hora de, bueno, alcanzar dichos estándares
que uno espera en la narración después de conocer al autor en cuestión.
Toni Hill
perdió la bola en esta ocasión: con un inicio de libro es bastante confuso, demás
está decir que el suspenso y la atracción por la trama se van perdiendo a
medida que uno se vuelca entre las páginas. Quizá fue cosa mía y de mi desánimo
a la existencia de los últimos días, pero no encontré muchas cosas
satisfactorias en toda la novela hasta las cien páginas finales (¡sí, hasta ahí!). Como saben, me
gusta comentaros qué pienso de una historia sin spoilearos demasiado para que
podáis comprobar vosotros mismos si concordáis o no con mi opinión, así que os
voy a explicar lo mejor que pueda desde mi punto de vista.
El libro se desarrolla
en tres partes: la Europa post-guerra, la Europa en guerra y Barcelona en 1909.
Cómo es posible, os estaréis preguntando, y es que el autor recurre al clásico
libro dentro de un libro dentro de un libro. Dejadme que os explique: básicamente “Los ángeles de hielo” es la historia
que Frederic Mayol le contó a su compañero de trabajo, Sebastián Freixas, quien
decidió plasmarla en un libro para publicar; acompañado de retazos del diario
de una mujer llamada Águeda Sanmartín.
Con respecto a los
personajes, la mayoría me cayeron amargos. Frederic es un hombre joven que se
formó en la psicología luego de participar en una guerra que lo dejó con un
brazo inutilizado y es, me parece, al que más afecto le he cogido durante toda
la lectura. Sus amigos, Gerard y Blanca (quien se convierte poco a poco en su
amada) Raventós me supieron blancos e incoloros como el jabón en polvo, al
igual que -en ocasiones- la ya mencionada Águeda. Los que sí me han gustado
pero muchísimo son, en efecto, los locos de la historia: Biel Estrada, uno de
los pacientes que Frederic se encarga de atender y que tiene alucinaciones en
las que se le presenta un «doble» macabro, el padre Robí que insiste en ser
perseguido por un «espectro demoníaco» y, separado de los enfermos mentales,
Juanjo Alcázar, un periodista que me agrada por su personalidad, aporta muchísima
información útil a la historia y el que sea pelirrojo no tiene nada que ver.
La historia comienza en
el ambiente en que todas lo hacen, esa lentitud propia de la intención del
autor de iniciar al público en el relato en cuestión, pero muy pronto se va
descolorando. Los sucesos tardan AÑOS
(no literalmente) en ocurrir y las lagunas entre las cosas interesantes es
donde el autor se permite divagar cual George
R. R. Martin en cada tomo de Juego de
Tronos. La peor parte es que la espera por esa emoción de querer poder leer
más rápido no vale el poco tiempo que dura, porque si son cuatro páginas de
mucho entusiasmo, le siguen unas ciento cuarenta de puro relleno, vidas
cotidianas y un intento de romance muy pobre.
En mi humilde opinión,
juntar algo tan complejo como tres relatos separados, la psicología y la alta
burguesía en la España antigua (es decir, la gente rica que habla como si
desayunasen un diccionario al día) no es una mezcla que resulte muy placentera
de leer en mucha gente, menos en las personas que ahora buscan algo directo,
simple y que fluya. Sí, digo que el libro es para quien tenga ganas de
descifrar una que otra palabra «fancy»
y conceptos rebuscados.
Eso sí, una vez que la
cosa se pone buena, a eso de la página 350, el libro parece dar un vuelco y ahí
sí te dan ganas de comerte las páginas. Eso es algo que le voy a alagar a Toni:
te mantiene en una posición idéntica a la de Frederic donde no comprendes nada
y, por lo tanto, vas sacando conjeturas que -mayormente- acaban siendo erróneas
al igual que las del protagonista. Además, en esas dulces últimas cien páginas,
la satisfacción de simplemente saber, de que todo el embrollo que has estado
leyendo -y aguantando- tiene una explicación lógica que te será dada de un modo
muy claro y conciso, hace que valga la pena.
A pesar de que es un
libro bastante pesado de leer, creo que me ha valido leerlo. Si quieren
incursionar entre sus páginas, preparaos para aburrirse hasta el cansancio y
-si son como yo- abandonarlo en la repisa por el suficiente tiempo como para
que las ganas de continuar la lectura regresen a su cuerpo. Eso sí, el final es
un poco predecible si vas hilando las pistas que el autor va dejando, pero no
por eso lo hace menos sorpresivo y satisfactorio de leer.
Mi
resolución es que Toni Hill es un gran escritor pero ha tenido novelas MIL veces
mejores, que es la primera vez que prueba este nuevo estilo entre la psiquis y
otra clase de misterio menos policial, y que “Los ángeles de hielo” no es
para cualquiera.